19/10/08
Fuente: La Mañana de Neuquén | Joaquín Hidalgo
Los especialistas convienen en decir que el consumidor de vinos, cuando conoce, se vuelve menos fiel a las marcas y variedades que fueron sus favoritas. Hay una uva, sin embargo, que trasciende todas las modas: el Syrah. ¿Qué tiene el vino para lograr fidelidad? …
Quien elige beber un Malbec no se despeina por probar un Cabernet. Quien se muestra reacio al Pinot, tampoco elegiría un Sangiovese. Y si en el vino se trata de descubrir nuevos sabores y afelpar la lengua con los mejores gustos en la búsqueda, hay uno que lo tiene todo y que genera tanto pasiones como rechazos: el Syrah.
Conocido por su sensualidad, el Syrah es un vino inclasificable. Enólogos y agrónomos reconocen que es una de las variedades más plásticas que hay en el mundo, en el sentido de amoldable a diversos climas. Con ella se realizan los estudios para delimitar terruño, según nos explicara en su momento Carlos Catania, del INTA Luján. Su principal virtud es no ser igual a sí misma donde quiera que crezca. Tanto, que ahora tiene dos nombres en el mundo: Syrah o Shiraz.
Es una de las uvas que más creció en Argentina desde 1990: 1.600 por ciento. Hoy ocupa el cuarto lugar entre las más plantadas (había unas 11,7 mil hectáreas en 2005, últimos datos oficiales) y en el mercado, a ojo de buen cubero, hay unas 80 etiquetas varietales.
De origen incierto, si nos ponemos románticos debiéramos pinchar la chinche en el mapa de Medio Oriente hace unos 2,5 mil años, donde hubo una ciudad llamada Shiraz, punto de parada en la Ruta de la Seda. Incluso hay quienes afirman –sin pruebas, claro está- que en la última cena el vino que empinó Jesús debió debe haber sido un tátara-tatarabuelo de los Syrah actuales.
A nuestro país fue introducido por su buena performance en el mediterráneo sur de Francia y su mejor desempeño en Australia. Ya que los especialistas acuerdan que su pasado desértico y de sol a pique la adaptaron a climas soleados y suelos arenosos. Y eso es justamente lo que hay en nuestro país, al menos en el oeste.
Más allá de las modas
Los especialistas coinciden en que el varietalismo, es decir, la consolidación en el mundo de vinos elaborados a partir de una sola uva, causó una importante apertura del paladar del consumidor. Acto seguido comenzó una migración de preferencias y un fenómeno de escasa fidelidad hacia marcas y cepajes, que modificaron el mapa de los gustos en el orbe. A la caída del Cabernet y el Merlot –siempre en términos tintos y relativos- siguió el crecimiento de Malbec, Bonarda y Pinot, por citar algunos ejemplos.
Pero el Syrah, desde que echó raíces en nuestro mercado, enraizó también en cierto tipo de consumidor. Porque esta variedad es un parteaguas para el paladar: hay un antes y un después de ella, ya que es capaz de enhebrar el exotismo de las notas animales o especiadas con las más refinadas frutas rojas y berries. Y no es metáfora. Estos sabores y aromas pueden percibirse en los vinos de la variedad –en especial entre los 15 y 30 pesos.
Esa condición única e indescriptible, es la que enamora o causa rechazo. Cierto es que una vez que se lo ha degustado, no hay marcha atrás: o se es un amante fiel, de esos que cierran la boca frente a otros varietales, o se lo rechaza sin otros miramientos.
El Syrah experimenta una división importante en nuestro mercado que hay que tener en cuanta a la hora de elegir qué beber: es muy distinto si proviene de zonas cálidas o frías.
San Juan, por ejemplo, se ha hecho carne de esta uva no obstante cultivar sólo el 30% de la superficie. El argumento es que su terruño es similar al australiano en calor y sequedad y que sus vinos también lo son. Incluso sus bodegas inauguraron el nombre de Shiraz, para sus muy aromáticos, voluptuosos y amplios caldos al paladar, generalmente con algún dulzor inicial.
Mientras que las zonas más frías, como el Valle de Uco o la zona alta de Luján de Cuyo en Mendoza, dan vinos sedosos, más finos de cuerpo y con un carácter cárnico y especiado, algo apagado también.
Sea que le gusten los explosivos o más bien atemperados, debiera darse una vuelta por el horizonte del Syrah y comprobar qué clase de consumidor es. Sepa que de gustarle no habrá marcha atrás. Beber bien tiene sus placeres y también sus riesgos.
http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2008/10/19/7938.php
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